El
29 de julio de 1967, yo cumpliría en un
par de meses siete años de edad. Desde unos días antes mi mami Ligia, se
encontraba hospitalizada porque estaba a punto de nacer su segundo bebé. Ese
día mi primera hermana menor nació en la Maternidad Concepción Palacios. Yo,
ajena, a todo lo que no fuera mi mundo del juego, me quedé al cuidado de mis
abuelos Carmen Adela y Pedro. Me sentía
el centro del universo, porque era la niña consentida de la casa. Aproximadamente a las 8 pm de aquel sábado,
mi abuela se encontraba terminando sus oficios del día en la cocina y yo en mi
pequeña habitación jugaba con mis muñecas favoritas. De repente veo que mi
padrastro Rafael irrumpe en el cuarto y me carga para sacarme. Me sorprendí
porque fue algo inesperado y además me molestó que una de las diminutas
pantuflas salió de mi pie. Al parecer lo único que me importaba en ese momento
porque empecé a gritar: ¡mi Cholita! ¡mi cholita! Por supuesto, el
esposo de mi madre no me hizo caso y presuroso me llevó hasta la calle.
Finalmente, entendí que estaba ocurriendo un terremoto. En mi comunidad, todos
dejaron sus viviendas y se aglomeraron en la calle. Recuerdo a un señor llamado
Lorenzo, quien bebía consuetudinariamente,
que gritaba: ¡Gracias a Dios!, ¡el mundo se va acabar! Mientras
tanto en la avenida San Martín, mi mamá únicamente vestida con una bata blanca
abierta por la parte de atrás como la que usaban todas las pacientes, y otras
recién paridas abandonaban la maternidad con sus bebés en brazos. El lugar fue
evacuado por seguridad. Después de salvarme, Rafael se dirigió hacía el
hospital para saber cómo estaban mi madre y la recién nacida. En esos tiempos
no había celulares y pese al caos, se encontraron caminando en direcciones
contrarias cerca de los bloques de El Silencio. El padre emocionado tomó la
bebé en los brazos y marcharon hacia el hogar. Con suerte consiguieron que
alguien los llevara en automóvil. En la comunidad, la familia y los vecinos
recibieron con alegría a Ligia y a su hermosa bebé: Deyanira del Carmen. ¡Feliz
cumpleaños, hermana! ¡Dios te bendiga y que el espíritu de nuestra mami te
acompañe siempre!
Textos dramáticos, narraciones, poemas y mucho más para compartir con el mundo.
martes, 29 de julio de 2014
viernes, 7 de marzo de 2014
Frío de muerte
Hoy 7 de marzo de 2014 pasé por los alrededores de la Plaza Bolívar y decidí entrar al Museo Sacro, hace unos meses traté de visitarlo pero no estaba abierto al público.
Pude observar la primera sala, en ella había vestimenta de obispos, imágenes de vírgenes, esculturas, objetos y cuadros religiosos. El sitio estaba solo, era yo la única visitante. Me dirigí a la segunda sala, en la puerta me detuve, una fuerza inexplicable me hizo retroceder. Sin embargo, me propuse seguir. Ya adentro un frío atravesó mi cuerpo y no fui capaz de continuar el recorrido. Nunca antes había mi ser sentido ese frío sepulcral.
Al llegar a casa busqué información sobre el Museo Sacro y entendí el porqué de lo que sentí. Durante la época colonia este museo fue un cementerio. Existen doce criptas donde se presumen están los restos de los primeros obispos caraqueños. Excavaciones que se hicieron en los años ochenta revelaron la presencia de veinticinco cadáveres y también se conoce que allí descansan los cuerpos de las personas ajusticiadas por José Tomás Boves cuando ingresó a Caracas en 1813. También encontramos una Cárcel Eclesiástica. Una vez leída esta información entendí que la fuerza helada no fue otra cosa que el frío de la muerte. A continuación, comparto algunas fotos que pude tomar.
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Al llegar a casa busqué información sobre el Museo Sacro y entendí el porqué de lo que sentí. Durante la época colonia este museo fue un cementerio. Existen doce criptas donde se presumen están los restos de los primeros obispos caraqueños. Excavaciones que se hicieron en los años ochenta revelaron la presencia de veinticinco cadáveres y también se conoce que allí descansan los cuerpos de las personas ajusticiadas por José Tomás Boves cuando ingresó a Caracas en 1813. También encontramos una Cárcel Eclesiástica. Una vez leída esta información entendí que la fuerza helada no fue otra cosa que el frío de la muerte. A continuación, comparto algunas fotos que pude tomar.
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