Nunca es tarde cuando llega la primera vez
El corral de la casa... Recuerdos de la infancia. Ella y tres
amigos improvisando personajes... pero cuando llegó el momento de decidir
el futuro... Carlitos se hizo médico. Nieves se formó como profesora. Nené se
convirtió en un pintor de prestigio. Sola quedó presentando
unipersonales que inventaba. Abrigaba la aspiración de verse en la
pantalla como las divas que admiraba en las películas del cine
del pueblo. Abandonaba el terruño cuando había alguna audición
para demostrar talento. Siempre quedaba frustrada hasta que hoy a los sesenta y cinco años por fin escuchará el 3,2,1... luces,¡Acción!,
de su primera vez en el séptimo arte.
LUZ BENDITA
Hace unos días tuve un sueño. No era de
esos que me visitan estando despierta sino uno en el que estaba dormida.
Consistió en ver regresar a mi hijo mayor quien ya tiene casi dos años que
emigró. Arribó con su morral a cuestas. No llegó a nuestra casa actual, más
bien fue al hogar de los abuelos maternos, donde mis hijos vivieron los
primeros ocho o nueve años de sus vidas y yo por más de treinta. No se
detuvo en la sala, ingresó directamente al primer cuarto. Al parecer no estaba
preparado para él. Salió y caminó hasta el comedor y yo lo seguí.
Ahí estaba mi abuela quien abandonó este mundo unos cuantos años atrás.
Al reencontrarse, se abrazaron y lloraron de alegría. Mi hijo menor, -quien
igualmente emigró- estaba presente. Solo sonrió. Yo, que era una especie de
espectadora, volví a la sala y pregunté a mi madre, quien también abandonó el
mundo de los vivos hace unos cuantos años, que si el muchacho podía
dormir en el piso de arriba y ella respondió: “él va a dormir ahí”,
señalando la habitación. Me asomé a la alcoba y fui sorprendida por lo impoluto
y acogedor de las sábanas y la solitaria y acolchada almohada. Lo que me
emocionó más fue la luz. Era una luz nítida, brillante, una iluminación que no
era de este mundo. Si el cielo existe, así debe ser su luminosidad.
Desperté estremecida entre lágrimas y preguntándome acerca del significado
de esas imágenes. Suelo olvidar los sueños, pero este lo recuerdo aún y
creo que no lo olvidaré jamás. Siento que es un mensaje que alguien quiso
enviarme. Me toca interpretar. Ojalá esa luz interna no se extinga.
14 DE ENERO DE 2020
—¿Qué llevas en tu maleta?
—Algo del pasado y un poco del presente.
—¿Y el futuro?
—Su lugar es el compartimiento más ancho. Lo espero llenar.
Ligia Álvarez
(18 de agosto de 2019)
El anuncio promocional de la agencia turística invita a todos estos
lugares del
mundo. Por unos segundos largos, la anciana observa el cartel ilustrado con la imagen de
una playa paradisíaca. Más allá del vidrio se
encuentran la recepcionista y la
agente de turismo.
—Ahí está de nuevo esa señora.
—¿Y que esperabas? Viene semanalmente.
—Siempre es el mismo cuento. Que le reserve para Europa, Asia , América
o
para cualquier sitio que se le ocurra. Al principio caí pero ya la
conozco.
—Menos mal que tú conoces tu ganado.
—¿Sabes qué? Hoy no tengo ganas de lidiar con ella. Dile que no estoy.
—¿Y si dice que te va a esperar? Tú sabes que es capaz de plantarse aquí
todo el día.
—Le dices que no vendré hoy, o mejor dile que tomé vacaciones vencidas y
que
no regresaré hasta el año que viene. ¡Mira, ya va a entrar! Me voy
a la oficina del fondo.
La agente se va y la anciana entra.
—Buenos días, mi niña.
—Buenos días. ¿Y usted como amanece?
—Excelente. ¿Francis no ha llegado? Veo su escritorio vacío.
—No, no ha llegado ni llegará. Tomó vacaciones vencidas.
—¡Qué lástima! Quería que me reservara vuelo para Londres. Mi hijo me
mandó el dinero.
Estoy tan emocionada. Finalmente lo veré después de cinco años.
—La felicito pero ya le dije: Francis no vendrá. Le recomiendo que
vaya a la agencia
ubicada frente a la plaza, ahí podrá no solo reservar sino
comprar el pasaje.
—Bueno, está bien. No tengo otro remedio. Mi hijo quiere que viaje lo más
pronto posible.
Que pases buen día, mi niña y si hablas con Francis dile que deseo que
disfrute mucho sus
muy merecidas vacaciones.
—Pero oiga, ¿por qué no le dice a su hijo que le mande por internet el
pasaje electrónico
de una vez? Eso se puede hacer y así usted se evita trámites
engorrosos.
—Mi hijo siempre está ocupado. En esos países no tienen tiempo de
nada. Es casi un
esclavo. Eso es aquí, que hay tiempo para todo. Apenas tuvo unos minutos
para hacerme el
depósito desde allá. Bueno mi niña, no te quito más tiempo, voy a donde
me dijiste.
La anciana Sale.
—¡Ya puedes salir, Francis! No hay moros en la costa.
Francis Sale de su escondite.
—Uy me salvaste la vida. La verdad es que hoy no tengo paciencia para
aguantar a esa
señora.
La anciana entra de repente.
—Olvidé preguntarte algo, mi niña. ¡Francis!¿No estabas de vacaciones?
Ah ya entendí, no
te preocupes. No te molestaré más. ¡Cuando uno es viejo estorba en todas
partes!
La anciana se marcha para siempre.
En el grupo desentonaba una mujer de mediana
edad, que recibía instrucciones por parte del director, un mozuelo muy al
estilo de Alfred Hitchcock o Román Chalbaud. Con seguridad, sería una actriz
frustrada que con los años estaba cumpliendo su sueño, o quizás una jubilada de
alguna profesión que nunca antes había actuado en un medio audiovisual y en ese
momento le surgía la oportunidad de quedar inmortalizada gracias al séptimo
arte. La actriz comenzó a caminar rodando un carrito de mercado de un extremo a
otro de la plaza. Hubo que repetir la escena en la que pasaba por el frente de
la iglesia y se persignaba porque una transeúnte, al ver las cámaras, saludó a
una de ellas y ahí se rompió toda la magia.
El anciano evocó los tiempos cuando
había sido actor de cine. Fueron muchas películas, en el presente perdidas en
el olvido, en las que actuó. Estos jóvenes: director, asistentes,
productores, asesores, camarógrafos y maquilladores no lo conocían. El tiempo
lo había maltratado sin piedad. Su vida transcurría en un cuarto de vecindad,
entre paredes sucias y agrietadas. Inclusive, él mismo había dejado extraviar
en su mente aquellos momentos de esplendor. ¿Quién lo podía reconocer ahora? El
deterioro físico producto de los excesos de antaño lo impedía. Además, pocas
veces salía de su pieza. Ni los vecinos sabían de aquel pasado de
estrella.
El sol excesivo hizo su trabajo y decidió
dejar la plaza y los recuerdos. Ya se iba cuando la actriz del carrito de
mercado, quien se hallaba disfrutando de un breve descanso, se acercó a él y le
preguntó: ¿usted no es Ernesto Sierralta? Sin esperar respuesta, exclamó:
¡Claro que lo es! Nunca lo olvidé. ¡Muchachos, vengan a conocer a una leyenda
del cine de nuestro país!
RECUERDOS
¿EL SELLO DE SU VIDA?
Estuvo dispuesto a dar lo que fuera por ese sello. En ese momento, tan sólo era necesario subir. La estampilla representaba el retiro en su trayectoria de coleccionista. Ascendió la vieja escalera ocre. Los trastes polvorientos le dieron la bienvenida al altillo. No tuvo que perder tiempo porque sobre la antigua mesa colonial era visible el cofre de las rúbricas. Revisó cientos de ellas hasta que exclamó:
—¡Por fin te tengo!
Con lo que no contó jamás fue que su viejo corazón de ochenta y nueve años no resistiría la emoción. Unas horas después, fue encontrado inerte en el piso del desván de la casa ajena, apretando la última pieza de su colección incompleta.
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