lunes, 16 de octubre de 2017

Día bancario de Ligia Álvarez (cuento)





Día bancario 









 

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Aquel individuo  únicamente  quería retirar algo de  dinero del banco. Todos los informantes aseguraron que exhibía muy buena presencia, cuerpo atlético y vestir sobrio. Llevaba una camisa de seda y pantalones de excelente tela.  La fragancia Acqua Di Parma que se había aplicado hacía que más de una volteara a mirarlo y dibujara deleite en la expresión del rostro. Su cabello lo usaba muy corto a los lados, y en la parte superior algo alto gracias al gel fijador. Manejaba un automóvil descapotable y hundía suavemente  sus zapatos de piel color blanco en el freno, la música relajante que se escuchaba desde su vehículo llamaba la atención de los contados transeúntes. Era la felicidad sobre  ruedas. La poca gente que lo veía pasar se preguntaba si acaso no era algún artista internacional o un escritor de fama mundial.

            Lo cierto era que solamente quería retirar algo de dinero del banco para solventar ciertos problemas que  se solucionaban con una buena cantidad, tal vez ya estaba requiriendo de un nuevo vestuario, su perfume favorito estaba llegando al fin, su auto necesitaba un repuesto costoso o cualquier otra cosa que sólo él conocía. Manejaba su elegante máquina por la avenida rodeada de árboles por ambos lados. Protegía sus ojos del sol y el polvo con unos lentes Louis Vuitton oscuros por lo que nadie pudo atestiguar de qué color eran. Siguió manejando hasta el final de la avenida, giró a la izquierda y disminuyó la velocidad. Evidentemente, estaba en la búsqueda de un lugar adecuado para aparcar.  Una vez encontrado el mejor puesto que pudo, se estacionó. Aquel espacio  no sólo era conveniente sino además cercano al área donde se dirigía.

            Abandonó el vehículo, sin olvidar palparse los bolsillos para saber si todo lo imprescindible  estaba en su lugar. Caminó unos pasos, en realidad había pocas personas en la calle, era la hora de la siesta en el pueblo. Dio un vistazo a las casas, todas se parecían con sus árboles de mango en el patio delantero y al final  del porche la puerta de madera con su timbre para llamar. Cuando se retirara, pensó, escogería un sitio así,  pacífico y silencioso, para vivir hasta el final de sus días. El ladrido de un can violó momentáneamente su tranquilidad y lo hizo saltar de improviso. Tenía que cuidarse, no es bueno pasar tan cerca de las viviendas, los caninos suelen ser muy celosos con su territorio. Llevó su mano hasta el bolsillo de la camisa y extrajo de un estuche elegante un cigarro extra-grande. Llegó hasta el exterior del pequeño edificio de dos pisos del banco, mientras daba unas bocanadas, se quedó contemplándolo. Observó la hora en su Rolex. Miró hacia la puerta de vidrio. Los cristales ahumados impidieron que tuviera una visión del interior. Sin pensarlo más, se acercó y empujó suavemente la puerta.

            La brisa caliente que había estado sintiendo se transformó en  un hálito frío producido por el aire acondicionado. El lugar estaba casi solitario. Era el único cliente. Había escogido un buen día y una buena hora. Notó la existencia de dos taquillas pero nada más una funcionaba.  El vigilante dormitaba en la casilla. El gerente y otros empleados conversaban en la parte trasera. Se acercó a la caja. La encargada era una mujer de cabello largo recogido y con la  cara pintarrajeada. Le sonrió con una sonrisa refrigerada.

-Muy buenas tardes caballero. Debe tomar un número en la máquina.

-¿Para qué si soy el único cliente?

- Señor debe tomar un número.

-Creo que eso puede esperar.

El hombre llevó su mano al bolsillo de su pantalón y extrajo un revolver tan pequeño que parecía más bien un dispositivo USB.

-Señora tenga la amabilidad por favor y me entrega todo lo que tenga de dinero.

La mujer viendo que aquel aparatico la apuntaba y que sabía le podía quitar la vida, fue esta vez inteligente y con apremio introdujo los fondos en un sobre grande y con eficiencia se lo entregó. Nadie pareció darse cuenta, ni siquiera el vigilante.

            El individuo salió, abordó su automóvil y se marchó. Cuando la alarma contra robos se activó ya el hombre recorría la larga avenida de regreso a la carretera que lo llevaría a otro pueblo tranquilo  donde  con seguridad únicamente querría retirar algo de  dinero del banco.


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