jueves, 20 de septiembre de 2018

VISITA INDESEADA (Microrrelato dialogado)


Ligia Álvarez



Nueva York, Madrid, Londres, Lisboa, París, Roma, Ciudad de México, Tokio, Delhi, Calcuta, Sao Paulo.
El anuncio promocional de la agencia turística invita a todos estos lugares del mundo. Por unos segundos largos, la anciana observa el cartel ilustrado con la imagen de una playa paradisíaca. Más allá del vidrio se encuentran la recepcionista y la agente de turismo.
Ahí está de nuevo esa señora.
¿Y que esperabas? Viene semanalmente.
Siempre es el mismo cuento. Que le reserve para Europa, Asia , América o para cualquier sitio que se le ocurra. Al principio caí pero ya la conozco.
Menos mal que tú conoces tu ganado.
¿Sabes qué? Hoy no tengo ganas de lidiar con ella. Dile que no estoy.
¿Y si dice que te va a esperar? Tú sabes que es capaz de plantarse aquí todo el día.
Le dices que no vendré hoy, o mejor dile que tomé vacaciones vencidas y que no regresaré hasta el año que viene. ¡Mira, ya va a entrar! Me voy a la oficina del fondo.
La agente se va y la anciana entra.
Buenos días, mi niña.
Buenos días. ¿Y usted como amanece?
Excelente. ¿Francis no ha llegado? Veo su escritorio vacío.
No, no ha llegado ni llegará. Tomó vacaciones vencidas.
¡Qué lástima! Quería que me reservara vuelo para Londres. Mi hijo me mandó el dinero. Estoy tan emocionada. Finalmente lo veré después de cinco años.
La felicito pero ya le dije: Francis no vendrá. Le recomiendo que vaya a la agencia ubicada frente a la plaza, ahí  podrá no solo reservar sino comprar el pasaje.
Bueno, está bien. No tengo otro remedio. Mi hijo quiere que viaje lo mas pronto posible. Que pases buen día, mi niña y si hablas con Francis dile que deseo que disfrute mucho sus muy merecidas vacaciones.
Pero oiga, ¿por qué no le dice a su hijo que le mande por internet el pasaje electrónico de una vez? Eso se puede hacer y así usted se evita trámites engorrosos.
Mi hijo siempre está ocupado. En esos países no tienen tiempo de nada. Es casi un esclavo. Eso es aquí, que hay tiempo para todo. Apenas tuvo unos minutos para hacerme el depósito desde allá. Bueno mi niña, no te quito más tiempo, voy a donde me dijiste.
La anciana Sale.
¡Ya puedes salir, Francis! No hay moros en la costa.
Francis Sale de su escondite.
Uy me salvaste la vida. La verdad es que hoy no tengo paciencia para aguantar a esa señora.
La anciana entra de repente.
Olvidé preguntarte algo, mi niña. ¡Francis!¿No estabas de vacaciones? Ah ya entendí, no te preocupes. No te molestaré más. ¡Cuando uno es viejo estorba en todas partes!
La anciana se marcha para siempre.

jueves, 13 de septiembre de 2018

UN MICRORRELATO NO TAN MICRO



LIGIA ÁLVAREZ
UN MICRORRELATO NO TAN MICRO

El octogenario había decidido sentarse en la plaza hacía unos pocos minutos. Al principio, el lugar estuvo solitario pero de repente comenzaron a llegar los visitantes habituales: los que esperaban que abrieran la cafetería para degustar el primer café del día y las señoras de la agrupación de bailoterapia que aguardaban a sus compañeras retrasadas para iniciar las actividades. Lo novedoso aquella mañana lo constituían  los jóvenes equipados de cámaras, claqueta, tripoide, y demás artilugios para filmar escenas de una película. A todos se les notaba el entusiasmo. 

En el grupo desentonaba una mujer de mediana edad, que recibía instrucciones por parte del director, un mozuelo muy al estilo de Alfred Hitchcock o Román Chalbaud. Con seguridad, sería una actriz frustrada que con los años estaba cumpliendo su sueño, o quizás una jubilada de alguna profesión que nunca antes había actuado en un medio audiovisual y en ese momento le surgía la oportunidad de quedar inmortalizada gracias al séptimo arte. La actriz comenzó a caminar rodando un carrito de mercado de un extremo a otro de la plaza. Hubo que repetir la escena en la que pasaba por el frente de la iglesia y se persignaba porque una transeúnte, al ver las cámaras, saludó a una de ellas y ahí se rompió toda la magia.

El anciano evocó los tiempos cuando había sido actor de cine. Fueron muchas películas, en el presente perdidas en el olvido, en las que actuó. Estos jóvenes: director,  asistentes, productores, asesores, camarógrafos y maquilladores no lo conocían. El tiempo lo había maltratado sin piedad. Su vida transcurría en un cuarto de vecindad, entre paredes sucias y agrietadas. Inclusive, él mismo había dejado extraviar en su mente aquellos momentos de esplendor. ¿Quién lo podía reconocer ahora? El deterioro físico producto de los excesos de antaño lo impedía. Además, pocas veces salía de su pieza. Ni los vecinos sabían de aquel pasado de estrella. 

El sol excesivo hizo su trabajo y decidió dejar la plaza y los recuerdos. Ya se iba cuando la actriz del carrito de mercado, quien se hallaba disfrutando de un breve descanso, se acercó a él y le preguntó: ¿usted no es Ernesto Sierralta? Sin esperar respuesta, exclamó: ¡Claro que lo es! Nunca lo olvidé. ¡Muchachos, vengan a conocer a una leyenda del cine de nuestro país!


martes, 4 de septiembre de 2018

Teatro radial: Lo que dejó la tempestad

Teatro radial: fragmento de Lo que dejó la tempestad del dramaturgo venezolano César Rengifo.

Voces: María Milagros Sabetta, Carlos Manrique, Laura Marquina, María Fernández y Ligia Álvarez.

Enlace:
http://albaciudad.org/wp-content/uploads/2015/05/LoQueDejoLaTempestad.mp3


Texturas. Voces femeninas del teatro venezolano contemporáneo (2)

  Texturas. Voces femeninas del teatro venezolano contemporáneo (2)