Han llegado a mí letras de infortunio que relatan con eterna pesadumbre testimonios de jóvenes que otrora bordaban fe en su tierra. Muchos no contaron con boletos ni de autobús destartalado. Caminaron dejando los zapatos destrozados en el trayecto. Arribaron a territorios extraños donde la xenofobia los hirió con amargos latigazos. Durmieron en férreos pisos y sintieron que el hambre no tiene semblante de canino furioso sino sabor a ruindad e ingratitud. Maestros que cambiaron la pizarra y el libro por las golosinas que despachan en semáforos, médicos que dejaron atrás pacientes para lavar automóviles en calles lejanas de Latinoamérica y el mundo, actrices que se olvidaron del teatro para pisar escenarios de amargura.
¿Quién les devuelve los sueños?
También he sabido de madres que quedaron en la nimiedad de la incertidumbre cuando los hijos se marcharon lejos en pro de un ideal. Los jóvenes que se van en busca de un futuro, merecen un canto, un himno.
Para ellos, los que partieron dejando tras de sí lo transitado para abrirse caminos de lirios y orquídeas en otros jardines, una canción entonada con la fuerza de la esperanza. Ojalá siempre consigan la mano de la confraternidad, el auxilio de la hermandad y el beso de la protección...
¿Quién les devuelve los sueños?
Ligia Álvarez ( 2020)
1 comentario:
La diáspora ha sido peor que la pandemia. Parece que para esta última se está consiguiendo una cura, un alivio, pero la primera, la emigración, se requiere mucho más que vacuna. Son más de dos décadas y no se ve salida. Pero hay que seguir, para lograr derrotar esa pandemia y lograr el remedio (la libertad) hay que luchar. Ligia, tus reflexiones son parte de esa lucha. Luis Felipe Ortiz Reyes
Publicar un comentario